El pasado 27 de enero y desde 2005 se rinde homenaje a la memoria de las Víctimas del Holocausto. 76 años de la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, sin duda lo sucedido en esos años de los 40s en la zona Centro y Este de Europa, fue uno de los acontecimientos más crueles e inhumanos de la historia, millones de personas muertas, que fueron asesinadas de diferentes formas y todo por un ideal absurdo, por una supuesta supremacía racial y religiosa.
Increíble que algunos quisieran ocultar el pasado y que sin duda sería un terrible error ya que es necesario no olvidad para poder mejorar nuestro presente. Las cifras de cuantos fallecieron en aquellos años es muy incierta, hacia final de la guerra, los nazis y sus colaboradores intentaron destruir gran parte de la documentación existente.
Para poder calcular con precisión el alcance de pérdidas humanas desde la década de 1940 los especialistas, organizaciones gubernamentales y judías, se han apoyado en gran parte de registros de censos de la época y archivos capturados de los alemanes.
Sin embargo se calcula que fueron alrededor de 6 millones de judíos, 3 millones de soviéticos, polacos, serbios, discapacitados, homosexuales y oponentes a los alemanes los que fueron asesinados y que algunos más que hacen el conteo total de muertos, elevan la cuenta hasta los 11 millones y que 1 millón únicamente fue tan solo de niños muertos.
Los prisioneros eran rapados y vestidos con uniformes a rayas dentro de los campos de concentración. En la actualidad, aún podemos escuchar de viva voz el relato de algunos sobrevivientes del holocausto.
Sara Rus es una de ellas y aquí dejamos un fragmento de lo que narró:
“Al llegar, nos hicieron desnudar a todas para controlarnos y ver nuestra higiene. En ese momento tenía pelo largo, mi madre estaba al lado mío. Entramos a un lugar y vemos escrito en alemán: ‘Eine Laus deán Tod’, un piojo, tu muerte. Yo pensaba que mi pelo debía tener miles de piojos. Mi madre creía que me iban a matar.
Llegamos a la revisión y a mi madre con otras personas la llevaron a empujones no sabía hacía dónde.
Con el pelo largo, me sacan de la fila, me sientan en una silla y me empiezan a revisar el pelo. No encontraron un piojo, eso fue mi salvación.
Me cortaron las trenzas, me dejaron el pelo cortito y me llevaron a empujones a un lugar lleno de vapor. Ahí habían mujeres desnudas y peladas.
Entré y no sabía dónde estaba mi mamá. De momento no tuve más mamá, empecé a gritar mamá, mamá… Había una persona chiquita, pelada, que parecía muy viejita, sentada en un escalón. Agarro a esta persona y le pregunto: ¿Usted no vió a mi mamá? La señora me dijo: Hija te estaba esperando, Yo soy tu madre”
Fueron momentos muy difíciles. Yo siempre quise tener un hermano y justo mi mamá quedó embarazada cuando estalló la guerra y mi mamá tuvo un varón hermoso en el gueto y vivió solo tres meses. Falleció de desnutrición por que mi madre no tuvo leche.
Yo era muy pequeña y salía corriendo a buscar un poco de leche para él porque la repartían en un carrito a las mujeres embarazadas. Me ponía en la fila a las 5 de la mañana para que me dieran un poquito de leche para mi hermano y las mismas mujeres embarazadas me sacaban porque creían que la quería para mí. “El hambre hace cualquier cosa”
Un año más tarde mi madre quedó embarazada de nuevo, creo fue otro nene… los alemanes lo mataron al nacer…
Actualmente Sara Rus, ademas de ser una sobreviviente, es madre de un hijo que tristemente desapareció en la última dictadura militar de Argentina.
En ese caótico tiempo que se vivía en el mundo, la música siguió alzando la voz para dar lugar a los que han sufrido y sufren, a esas minorías que estaban desprovistas de ayuda, esta voz contemporánea conectada con este sentir, fue Edith Piaf, extraordinaria cantante que vivió en carne propia la tragedia y la desesperación, al igual que la felicidad y el amor.
Su público se identificaba inmediatamente con su voz y esa atmósfera dónde los pobres y los humillados también muestran su derecho al amor, ella decía, “En mí cantan la voz de muchos”, siendo la voz de los marginados, de los pobres, las prostitutas y desterrados de la felicidad, a los que hacia llegar su mensaje a pesar de la miseria y el dolor, el amor es nuestro único compromiso. Un ejemplo de este contraste de emociones, es la canción de: “El Acordeonista” (L’ Accordéoniste) escrita por el soldado Michel Emer que se dirigía al frente en la Segunda Guerra Mundial e interpretada por Edith con un intenso sentimiento.
Hace unos años en México se llevó a cabo un concierto por la Orquesta Kol Shalom, integrada por niños de la comunidad judía y como director musical, el maestro Yoel Levi. El concierto se efectuó con “Los Violines de la Esperanza y la Orquesta Esperanza Azteca, un concierto muy emotivo ya que los violines utilizados, fueron los 8 violines que pertenecieron a judíos muertos en la Segunda Guerra Mundial.
Dichos violines fueron rescatados por Aushalon Weinstein maestro laudero.
Cada violín con su propia historia que al sonar proyectan sus experiencias, llenas de melancolía de todo lo vivido en el tiempo.
Aushalon Weinstein dijo al final del concierto: “La música puede expresar muchas cosas dolorosas que no se podrían expresar con palabras, pero qué jamas debemos callar y mucho menos olvidar”.
Esta fecha se proclamó oficialmente como día internacional de conmemoración hacia este hecho por una razón muy importante, la actitud vista en estos tiempos modernos por la ONU y que podemos nombrar como “La Intolerancia”, instalada como normal en todos los ámbitos de la vida, alcanzando lugares claves como la política y que por mucho sus decisiones afectan a millones de personas en todo el mundo.
Uno de los propósitos de los más nobles que se quieren alcanzar es mantener los valores universales y luchar por los mismos para construir un mundo basado en la igualdad.
Esperanza de Unidad; el sueño de igualdad
Desde que se inició la conmemoración, cada año se toma una perspectiva diferente de este lamentable hecho, proyectando rasgos de carácter humano que todos deberíamos tener. Traer a la memoria un hecho de esta magnitud, es un acto que nos da un acercamiento a la empatía y da la oportunidad de sembrar en una parte de nuestro ser, renovadas ideas que nos llevaran a una revolución de nuestro entorno.
Miles de hechos en el mundo, cobijados bajo la desigualdad y la injusticia, casos como en Afganistan, donde las mujeres no pueden decir su nombre por miedo ser violentadas y terminar enterradas en una tumba anónima.
La desigualdad económica mundial que por dar un ejemplo, en 2018 el mundo tenia mucha riqueza y al mismo tiempo la misma desigualdad con el porcentaje de 1% de la población mundial que acaparó el 82% de la riqueza.
En Liberia que tiene el mayor número de niños sin escolarizar, con dos terceras partes de niños en edad de cursar la educación básica sin hacerlo, debido a sus conflictos y a largas crisis que obligan a los niños al abandono escolar.
El matrimonio infantil que es una violación de derechos donde a los menores se les niega la educación, salud y libertad, sufriendo violencia y discriminación, como en Bangladesh donde el 73% de las mujeres casadas, se casaron en su infancia.
Un retrato de odio e inocencia está en la novela del autor irlandés, John Boyne “El niño con el pijama de rayas” publicada en 2007, narrada desde la visión de Bruno, hijo de un oficial de la Schutzstaffel que se muda junto a su familia a un lugar llamado Auschwitz donde comienza a darse cuenta como era su vida y la de su nuevo amigo que la veía muy diferente, con muchas preguntas sin respuesta, la naturaleza de los niños que no tienen velos que tapen la verdad, que les impida experimentar los sentimientos que los hacen humanos, son cualidades que hacen preciosa la infancia.
Frenemos el retroceso humano que se está viviendo, trabajando día a día en evitar actos que denigren y agredan a quienes nos rodean. No callemos cuando alguien esté en una situación que lo haga vulnerable, tengamos el valor de ayudar y no menospreciemos nuestras acciones porque en apariencia lo que es pequeño no tiene mucha relevancia pero con el paso del tiempo empuja con gran fuerza.
Reflexionemos, hoy con la distancia en la que vivimos por la pandemia, donde escuchamos de tantos conocidos que están muriendo, en medio de tanta apatía y olvido de nuestros prójimos, no te despidas o termines una plática diciendo algo ofensivo o agresivo porque tal vez pudiera ser lo último que le digas a esa persona.