La contaminación acústica en las ciudades puede tener unos efectos devastadores a largo plazo en la salud física y mental de las personas, destaca un nuevo informe sobre problemas medioambientales de la agencia de la ONU para el medio ambiente, que alerta también sobre los mortíferos incendios forestales y la alteración de los ciclos de la vida debido al cambio climático.
La contaminación acústica en las ciudades es un peligro creciente para la salud pública, destaca el informe Fronteras 2022: ruido, llamas y desequilibrios del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, publicado este jueves.
Los sonidos no deseados, prolongados y de alto nivel procedentes del tráfico rodado, el ferrocarril o las actividades de ocio perjudican la salud y el bienestar de los ciudadanos, que padecen molestias crónicas y alteraciones del sueño.
Estas molestias y alteraciones conducen a su vez a graves enfermedades cardíacas y trastornos metabólicos, como la diabetes, al tiempo que causan problemas auditivos y una peor salud mental.
La contaminación acústica provoca 12.000 muertes prematuras al año en la Unión Europa y afecta a uno de cada cinco de sus ciudadanos. Los niveles de ruido aceptables se superan en muchas ciudades del mundo, entre ellas Argel, Bangkok, Damasco, Dhaka, Ho Chi Minh City, Ibadan, Islamabad y Nueva York.
Los más afectados son los más jóvenes, los ancianos y las comunidades marginadas cerca de carreteras con mucho tráfico y zonas industriales y alejadas de los espacios verdes. Asimismo, los animales que habitan los entornos urbanos, como aves, ranas e insectos, también sufren el ruido que afecta a la comunicación acústica de la que la que dependen para sobrevivir.
Una de las soluciones que propone ONU Medio Ambiente para combatir la contaminación acústica en las ciudades es incrementar las zonas verdes en las ciudades. La vegetación absorbe la energía acústica, además de dispersar el ruido y amplificar los sonidos naturales, ya que atraen la vida silvestre y mejoran el paisaje urbano visual.
Las áreas verdes, los patios y los parques urbanos suponen, asimismo, un alivio para escapar del ruido y estimular nuestro bienestar mental. Más carriles bici suponen, indirectamente, también menor espacio para la conducción y, por tanto, reducen el ruido de los vehículos a motor. Por su parte, las zonas de bajas emisiones fomentan la movilidad eléctrica, lo que contribuye de nuevo a la reducción del ruido, además de mejorar la calidad del aire.
La agencia para el medio ambiente recalca la necesidad de que los urbanistas tengan todo esto en consideración cuando diseñen las ciudades o nuevos espacios. En definitiva, como señala el informe, los espacios verdes son una solución basada en la naturaleza para generar paisajes sonoros agradables.