Ubicar qué emoción negativa se tiene, como un área de oportunidad y no como un problema, permite trabajarla y, en la medida de lo posible, llegar a sentirse aún mejor consigo mismo, aseguró la académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, María Santos Becerril Pérez.
De acuerdo con la especialista, es necesario cambiar la terminología de “control” por “regulación de las emociones negativas” para que las personas aprendan a identificarlas y nombrarlas con el fin de lograr mejor interacción social y bienestar propio.
Explicó que las emociones son reacciones básicas fisiológicas que todo ser humano tiene para sobrevivir; las hay positivas y negativas, y están presentes a partir del nacimiento. La capacidad de reacción depende de cómo se aprenden en casa, y después en los ambientes en que se desarrolla la persona.
Las negativas, abundó, son esenciales porque dan equilibrio sensitivo y ayudan a moverse o a huir de una situación de peligro. El miedo, enojo, frustración y tristeza se agrupan en esta categoría, por lo que niveles exacerbados de cualquiera de éstas puede generar dificultades en el ámbito patológico y la manera de relacionarse con los demás.
“También es importante saber cuál es el daño debido a la sobrecarga negativa; es decir, hasta qué punto esto ya no le permite a una persona tener una vida dentro de lo normal, ya que puede llegar a sufrir insomnio, falta de apetito o comerse las uñas. Estas son señales que el cuerpo envía de que algo no está bien en nosotros y es urgente atender. Si no se atienden a tiempo puede haber presencia de gastritis o colitis”, subrayó.
La universitaria refirió que si el individuo logra identificar qué es lo que siente, entonces podrá ser coherente; es decir, congruente con lo que piensa, siente y realiza. Inclusive, la interacción social mejora, debido a que la expresión asertiva conlleva a la empatía y tener estrategias como alejarse un tiempo para procesar su sentir para posteriormente dialogar, con la finalidad de resolver la situación.
“Lo ideal es que las familias aprendan a leer las emociones de cada integrante, y si alguien está enojado o triste sabrán cómo actuar y, con ello, evitar discusiones innecesarias debido a que cuando la gente está centrada en una emoción negativa, inicialmente no puede escuchar al otro porque su atención está enfocada en lo que percibe y no le es posible pensar, analizar y dialogar”, aconsejó.
Nueva realidad
De acuerdo con un comunicado emitido en julio de 2021 por el Instituto Mexicano del Seguro Social, durante la emergencia sanitaria los trastornos mentales que más se presentan son ansiedad (la persona está preocupada todo el tiempo); pánico y fobias sociales; además, se incrementaron los afectivos y los relacionados con situaciones estresantes, en particular estrés postraumático y de tipo agudo.
Becerril Pérez destacó que para la mayoría de las personas el inicio del confinamiento fue una buena experiencia, pues implicó que la familia estuviera reunida en casa; pero al cabo de los meses significó un reto porque se sintió un ambiente de estrés, ansiedad y preocupación por sobrevivir.
“Esta nueva realidad, derivada de la pandemia, nos enseña que como seres humanos no sabemos manejar adecuadamente nuestras emociones. Con el desconfinamiento hay gente que le es difícil volver a socializar, ya que las aglomeraciones significan ‘riesgo’ o incluso ‘muerte’, por lo que poco a poco deben probar acercarse a sus seres queridos o salir a los espacios abiertos. En caso de que esto genere ansiedad o miedo, es necesario recibir apoyo de profesionales”, apuntó Becerril Pérez.
Para la experta, es indispensable trabajar las emociones negativas que se reconocen, aunque admitió que no es fácil manejarlas, sobre todo si tienen un nivel de intensidad alto. No obstante, se pueden establecer ciertas metas y lograr bienestar a escala personal, de pareja, familiar, laboral y social. “Es importante tener claro que la reacción de una persona también puede lastimar a otros”, concluyó.