La pandemia de COVID-19 es una crisis mundial sin precedentes. Pero no nos ha afectado por igual, y seguirá ampliándose y exponiendo las desigualdades. Una vez más, las mujeres y las niñas son las más afectadas.
Hemos visto un aumento global de la violencia doméstica y picos en el matrimonio infantil. La pandemia ha abrumado los sistemas de salud en muchos lugares, aumentando el riesgo de que las mujeres mueran por complicaciones del embarazo y el parto y alterando las inmunizaciones infantiles de rutina. También debemos reconocer el profundo impacto en la salud mental de los adolescentes y los jóvenes, que podría durar hasta la edad adulta.
Incluso antes de la pandemia, el progreso hacia la reducción de la mortalidad materna e infantil se había ralentizado. Ahora, debemos redoblar nuestros esfuerzos en la implementación de la Estrategia global para la salud de las mujeres, los niños y los adolescentes “Todas las mujeres, todos los niños”, que es nuestra hoja de ruta para poner fin a las muertes y enfermedades prevenibles y está alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Confío en que el liderazgo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el sistema de las Naciones Unidas continuarán apoyando este importante trabajo con un sentido de urgencia y escala.
Las brechas que ha aumentado la pandemia y que margina aún más a los más vulnerables, deben superarse mediante el fortalecimiento de la coordinación y las asociaciones a nivel mundial y nacional. Y debemos comenzar ahora, incluso cuando COVID-19 todavía hace estragos en muchas partes del mundo. No podemos permitirnos que la situación de las mujeres y los niños empeore. En cambio, debemos intensificar las inversiones y construir sistemas de atención primaria de salud más resilientes como parte de la recuperación.
