Como cualquier disciplina, la escritura está llena de vende humos y profetas trasnochados. Mismos que creen tener la fórmula de cómo conseguir el anhelado título sobre la estantería de prestigiosas librerías. En su libro Mientras Escribo (On Writing), Stephen King te enseñará como darle un puntapié a las ideas facilonas y de una vez por todas te pongas a escribir.
Mientras Escribo de Stephen King: reseña del libor sin spoilers
El libro, que dicho desde ahora enternece hasta al más impávido lector, se divide en dos partes. En la primera, el autor hace el recuento de su propia historia, la cual tiene a bien titular, Currículum Vitae. ¿Qué mejor carta de presentación para un escritor que sus propias experiencias de vida?
En esta parte, Stephen King habla de su “rara infancia”. Una madre separada, cambios constates de los lugares para vivir y unas punzantes enfermedades, favorecieron el imaginario del precoz escritor. A esa edad temprana, King le muestra a su mamá unas historietas que la impresionan, hasta que su hijo le cuenta que ha copiado los diálogos. Ella le invita a crear historias propias. El niño lo toma muy enserio.
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Las páginas siguientes de Mientras Escribo mostrarán el apasionado impulso de la terquedad. La realidad invariable con la que un creador se enfrenta, seas quien seas. Envíos de textos, rechazos, rechazos y envío de textos. Entrar a un diario y escribir a donde sea, aunque sea en la sección de deportes. Aprender de viejos lobos de mar, multiplicar el pan con el primer pago y con suerte, perder el aire por recibir lo que nunca se imaginó por escribir.
Antes que el relato de vida continúe, Stephen King reitera un mensaje importante para los lectores:
“(…) Me gustaría aclarar algo lo antes posible. No hay ningún Depósito de Ideas, Central de Relatos o Isla de los Best-séllers Enterrados. (…) de repente se juntan dos ideas que no habían tenido ningún contacto y procrean algo nuevo. El trabajo del narrador no es encontrarlas, sino reconocerlas cuando aparezcan.”
Sobre advertencia no hay engaños. El autor no dará ninguna receta secreta o elixir de la creatividad infinita. Tampoco utilizará su posición de poder, para satanizar lo que cada uno desee hacer en el umbral de su hoja en blanco. El muso inspirador (como él lo llama) solo llegará si te encuentras empotrado en el cabalgar del oficio.
Para la segunda parte del libro, Escribir, Stephen King te comparte aquello que le ha servido a lo largo de su carrera. Situaciones que se encuentran en valle del sentido común, que los talleres literarios y las licenciaturas en letras han desterrado:
“Recuerda que la primera regla del vocabulario es usar la primera palabra que se te haya ocurrido, siempre y cuando sea adecuada y dé vida a la frase. Si tienes dudas y te pones a pensar en otra palabra (…) lo más probable es que sea peor que la primera o menos ajustada a lo que querías decir.”
Stephen recomienda a los escritores consumados o primerizos a tener siempre una caja de herramientas y llevarla a todos lados. En esta caja el escritor debe llevar lo suficiente para hacerle frente a las historias que está por contar, pero no guardar cosas en exceso, porque perdería su practicidad. Estas van desde enriquecer el vocabulario, avisos que recuerden desconfiar del adverbio o agregar cuantos escritores prodigiosos se puedan.
Mientras Escribo concluye con un ejercicio que el experto le propone a sus iniciados. Escribe un relato sin correcciones, para su análisis y concluye con lo que él le hubiera cambiado. Quien se tome en serio esta última parte obtendrá mayores aprendizajes que en cualquier taller de creación literaria. De los mismos que Stephen King recomienda huir salvo que quieras contraer matrimonio (como él).
King le recuerda al lector de Mientras Escribo que:
“Escribir no es cuestión de ganar dinero, hacerse famoso, ligar mucho ni hacerse amistades. En último término se trata de enriquecer las vidas de las personas que leen lo que haces y al mismo tiempo enriquecen la tuya.”
Para concluir la primera recomendación de Libritos Bonitos, quisiera comentar algo importante cuando leas este libro. Pon atención en la figura que Stephen King llama L. I. (lector ideal). Él propone que tus textos sean pensados para ese lector o lectora ideal, al que seas capaz de provocar las sensaciones que estés buscando despertar.
Si logras conmover a tu L. I., habrás llegado al destino que has trazado en tu camino de palabras y signos. En el caso del también llamado Maestro del Terror, su esposa, Tabitha King es su lectora ideal. Que dicho sea de paso, en todo el libro y sobre todo en la parte donde cuenta el día que casi pierde la vida, dimensiona la importancia de Tabitha en su vida.
¿Quién sería tu L. I.?