Para estudiar la cultura y el arte chicano desde nuestra nación necesitamos cambiar la manera de entender las políticas de identidad de lo mexicano, sobre todo hacer un nuevo modelo epistemológico que abarque las migraciones interculturales del “México expandido”, territorio que está adentro y afuera de las fronteras geopolíticas del país, dijo Joaquín Barriendos Rodríguez, académico del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM.
Al arte chicano no se le ha dado la importancia que merece porque no se le piensa como parte de la historia. De ahí que los estudios al respecto y la cultura chicana que se practican en México carezcan de una tradición consolidada, de programas académicos de larga duración y de un punto de vista pensado desde la historia de las relaciones diplomáticas y la política cultural internacional de México.
“En la UNAM ha habido una gran tradición de intercambios académicos y de estudios de las relaciones políticas, económicas y culturales entre México y Estados Unidos. Existen centros e institutos de investigación, como el Centro de Investigaciones sobre América del Norte o los diferentes Centros de Estudios Mexicanos en Estados Unidos, pero lo que no existe es un centro de especialización destinado a fomentar los vínculos entre México y las culturas chicanas del país vecino”, opinó.
Y mucho menos, enfatizó, un centro dedicado a estudiar el arte y las estéticas chicanas en el marco de los movimientos sociales y políticos que lucharon en Estados Unidos por los derechos civiles. Lo que habla de un vacío en las políticas de intercambio de las instituciones de educación superior en América del Norte.
La razón de ello, señaló, es que en nuestro país existe un gran desconocimiento en este tema, al cual se le entiende generalmente como un arte que no forma parte de la realidad estética nacional. Es por ello que los estudios, latinos y mexicano-americanos, se han desarrollado más en el extranjero. Los pocos investigadores interesados en el tema suelen terminar radicando en Estados Unidos, afiliados a universidades de ese país.
De acuerdo con Joaquín Barriendos, la identidad nacional ha dejado de ser la fórmula con la cual se puede explicar la compleja realidad intercultural del mundo actual. Hoy en día es la idea misma de una identidad fija la que nos desvía la mirada a la hora de entender las diásporas (dispersión de grupos humanos que abandonan su lugar de origen), los intercambios culturales y las estéticas migrantes.
Uno de los retos inmediatos a los que se enfrentan los potenciales estudios chicanos desde México, expresó, es la necesidad de construir herramientas teóricas y conceptuales diferentes a las de las ciencias sociales tradicionales, que parten de conceptos fijos de la identidad cultural y del Estado Nación.
Existe un modelo de aproximación a las relaciones internacionales entre México y Estados Unidos que no toma en cuenta la cultura chicana como parte de la identidad múltiple transnacional. “No considera ni la transculturalidad ni la transamericaneidad del arte en el México expandido”, comentó.
El experto consideró que las culturas chicanas pueden ayudar a entender mejor la complejidad de los mexicanos que en su momento migraron a Estados Unidos, como de quienes nacieron allá de padres mexicanos y ahora son deportados a México; o los dreamers, millennials que gozaron del programa DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals), creado por el entonces presidente Barack Obama, y que hoy regresan a nuestro país dejando sus imaginarios, sueños y seres queridos en el vecino país.
Camino hacia un nuevo modelo epistemológico en el arte chicano
“Mientras que los centros de investigación de estudios chicanos en Estados Unidos tienen 30 o 40 años de existencia y cada día crecen más, en México no contamos aún con archivos, centros permanentes de investigación e infraestructura académica suficiente. En la historia institucional de los estudios chicanos vamos tarde. Por ello, tendremos que dar pasos agigantados para ponernos al día, y no lo conseguiremos si no establecemos vínculos de largo alcance con los centros que ya existen actualmente en Estados Unidos”, aseguró Barriendos Rodríguez.
El investigador propuso un cambio de modelo epistemológico que implique ser más consciente de las conexiones históricas que tiene el arte chicano con la propia cultura mexicana migrante, para entender que la cuestión de la frontera no es una relación meramente geográfica o espacial, sino una relación que tiene que ver con los desbordes simbólicos y los entrecruzamientos histórico-culturales. La frontera como una condición de vida, como un pensamiento migrante.
“Este cambio metodológico implica acercarse al arte chicano con una mirada nueva que ponga a la vista la biculturalidad, el bilingüismo y el binacionalismo, así como las cuestiones de raza y género en la historia del arte del México expandido”, apuntó.
Propuso crear una red mexicano-americana de estudio chicano; los estudiantes e investigadores deben aplicar a becas de intercambio para realizar estancias en Estados Unidos y regresar para compartir sus experiencias.