A más de seis décadas del fallecimiento de Diego Rivera, pintor, dibujante, colorista, uno de los principales muralistas mexicanos y protagonista de la vida cultural nacional durante la primera mitad del siglo XX, la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través del Museo Nacional de Arte (Munal), recuerdan este 24 de noviembre el 63 aniversario del deceso del autor de la obra Río Juchitán (1953-1956), exhibida en este recinto, así como su vasto trabajo artístico que hoy es símbolo dentro y fuera de nuestro país.
Parte de esa herencia artística de Rivera, cuyo propósito -como dijo él en alguna ocasión- fue “ligar un gran pasado con lo que queremos que sea un gran futuro de México”, es resguardada en el Munal, junto con una serie de obras de caballete, entre las que destacan paisajes, entre ellos Después de la tormenta (1910), pieza creada durante sus primeros años en Europa, en la que se aproxima al idealismo de los pintores románticos.
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Además, retratos como el de Adolfo Best Maugard (1913), en el cual confronta al protagonista con el espacio de modernidad que representaba la urbe parisina de la época; la referida Río Juchitán, obra monumental que fue boceto para la versión en mosaico veneciano solicitada por el empresario Santiago Reachi Fayad; y el Retrato de Miss Juleen Compton (1956), pintado en el puerto de Acapulco, espacio donde se estableció Rivera luego de regresar de Rusia debido al tratamiento contra el cáncer, y cuyo lienzo muestra en su reverso un estudio de la obra Suburbios de Moscú.
La efeméride también es motivo para recordar su trabajo artístico y su afán de que sus pinturas se reflejaran en la vida social de México, “tal como yo la veía y, mediante mi visión de la verdad, mostrar a las masas un esquema del futuro”, dijo el muralista, cuyo emblemático fresco Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1947) -exhibido en el Museo Mural Diego Rivera-, es parte de la huella que dejó el artista guanajuatense.