En el marco del Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, un reporte de organizaciones femeninas católicas revela el aumento de la violencia intrafamiliar, incluso del número de embarazos de niñas desde los 10 años abusadas por sus propios familiares durante la pandemia.
“La violencia contra mujeres: La otra pandemia” se titula la declaración de la presidente de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), María Lía Zervino, en ocasión del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que se conmemora anualmente, el 25 de noviembre, para denunciar la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todo el mundo y reclamar políticas en todos los países para su erradicación.
Víctimas de violencia en todas sus formas
“¿De qué violencia contra la mujer hablamos? Violencia ¿psicológica, verbal, física, sexual o simbólica? Porque todas ellas, sumadas al feminicidio, son las que se han visto incrementadas durante la pandemia”. Con esta afirmación abre la nota de la presidente de la UMOFC, organización que, en forma experimental, ha fundado el Observatorio Mundial de las Mujeres.
Según revela el comunicado, los primeros resultados sobre el impacto de la pandemia en las mujeres de Latinoamérica y Caribe obtenidos por 25 expertas, provenientes de 14 países, el confinamiento para evitar el contagio recrudeció la violencia estructural preexistente. “El estrés, la angustia y la ansiedad del encierro desataron y agudizaron situaciones de violencia intrafamiliar” constata la declaración que lamenta además la imposibilidad de las Iglesias de brindar espacios de escucha y denuncia, durante ese período.
“El hecho de que víctimas y agresores hayan vivido en un mismo espacio, aislados del resto, desató la profundización de la otra pandemia: la violencia. Al no poder salir, las mujeres quedaron imposibilitadas de pedir ayuda. Los menores al no poder ir a la escuela perdieron también su espacio de expresión y protección”, subraya Zervino.
Se estima que un 70% de los feminicidios tuvo lugar en el hogar compartido con el agresor. Hubo agresores que fueron liberados de la prisión – por riesgo al contagio del virus- y volvieron a convivir con sus víctimas, entre las cuatro paredes cerradas de la casa familiar.
Según denuncian algunas expertas, en ciertas comunidades, no sólo se incrementó la violencia psicológica contra las mujeres desde el inicio de la pandemia, sino que aumentó el número de embarazos de niñas desde los 10 años, por el abuso de familiares (padres, hermanos, tíos o abuelos).
Además, la trata de mujeres se incrementó, “muchas veces con fuerzas policiales que la favorecen y con funcionarios del Estado corruptos”, denuncia la UMOFC. “Los tratantes y los demandantes de los servicios en que las mujeres son mercancía, han establecido nuevas estrategias de captación y “comercialización” de víctimas a través de medios como Internet y redes de transporte que llevan a las víctimas con los clientes y luego las traen de vuelta.
Salir de la trampa
Las expertas de la UMOFC proponen, en primer lugar, “crear espacios donde las mujeres puedan ser escuchadas, lugares donde se sientan seguras al momento de querer pedir ayuda y desde donde sean acompañadas”. Seguidamente, una formación y educación estructural es clave tanto para la mujer como para promover “una cultura donde hombres y mujeres vivan en el mutuo respeto y la igual aplicación de sus derechos”. Por último, la “inclusión de mujeres en ámbitos de toma de decisiones en materia de políticas públicas”. Esto requiere, concluye Zervino, la corresponsabilidad por parte de hombres y mujeres en la erradicación de la violencia contra la mujer.