La joven indígena expone a los participantes en la cumbre de Glasgow la problemática de las comunidades originarias del norte colombiano, cuya riqueza de recursos atrae a muchas empresas extractivas contaminantes. “Se supone que nuestros territorios son sagrados, pero no se les da ese tratamiento”, dice y llama a los líderes mundiales a darle prioridad al medio ambiente.
La Conferencia sobre el Clima COP26 reúne en la ciudad escocesa de Glasgow, además de jefes de Estado y de Gobierno, altos funcionarios, científicos y académicos a diversas organizaciones civiles de defensores del medio ambiente y activistas por la acción contra el cambio climático. Daniela Balaguera Villafaña, integrante de Unite for Climate Action es una de ellas.
Daniela se autodefine como una indígena arhuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta, una comunidad ubicada al norte de Colombia.
“En ese macizo montañoso cohabitamos cuatro grupos étnicos. Comprendemos tres departamentos: el Magdalena, la Guajira y el Cesar, estamos dentro de los cinco pisos térmicos. Tenemos zonas costeras, nevados, fauna y flora silvestre”, explica la joven a Noticias ONU.
Esa zona, al igual que gran parte del territorio colombiano, es rica en recursos naturales que, sin embargo, han acarreado más perjuicios que beneficios a los pueblos indígenas que viven en ella.
“Creemos que por nuestra riqueza ambiental y cultural somos el blanco de muchas exploraciones mineras y de muchas otras problemáticas sociales que también influyen dentro del proceso del cambio climático y que también contaminan”, dice Daniela, quien pugna por frenar estas prospecciones y defender sus tierras.
Territorios sagrados
“Se supone que nuestros territorios son sagrados, son de conservación ambiental, pero realmente no se les está dando ese tratamiento y ahí es donde debemos ahondar. Si son zonas protegidas, que se les den las garantías y los derechos que se les han reconocido pero que no están ejerciendo”, agrega.
Para ella, la falta de acción puede suponer el fin de gran parte de las culturas indígenas.
“Se nos está amenazando con la segunda extinción de nuestras prácticas culturales, lo cual es sumamente preocupante porque sería la segunda masacre, la segunda aniquilación de nuestro pueblo”, asegura y añade que el foro de la COP26 les ha dado espacios para plantear cómo el medio ambiente está impactando de forma negativa a los grupos indígenas. “Y esto es fundamental porque de alguna manera nos permite lanzar una alerta al mundo diciéndole que lo que parece un acto inocente para algunas personas en otras partes del mundo para nosotros tiene una influencia negativa y fuerte”.