Por méritos propios Valladolid atrae la atención de todo aquel curioso que visita la península de Yucatán. Y es así porque este Pueblo Mágico, además de acopiar bellezas naturales sobresalientes, ha registrado tal cantidad de eventos importantes para la historia del país que su desarrollo con el tiempo la convirtió en una de las ciudades con mayor actividad y población del sureste mexicano.
Tiene una ubicación que la hace estratégica para el turismo de excursión pero, sobre todo, cultural. No sólo porque está a unos minutos de Ek Balam, en donde perviven sorprendentes murales y glifos, sino que se sitúa casi a la misma distancia de Mérida y en un breve recorrido se conecta con otro Pueblo Mágico, Izamal; y está a tan sólo 50 km del Patrimonio de la Humanidad, Chichén Itzá.
Legado arquitectónico
Pero más allá de su geografía, los atractivos de esta “capital del oriente maya” empiezan por sus calles adoquinadas, casas y edificios estilo colonial y toques moriscos de tonalidades que van del ocre, ladrillos o beige, hasta amarillos y verdes. Continúan con sus múltiples templos franciscanos, como la céntrica Iglesia de San Servacio –demolida y vuelta a levantar para borrar un pasaje tormentoso, y que también funcionó como fortaleza en la Guerra de Castas–; La Candelaria, frente al pintoresco parque del mismo nombre, y por supuesto, la Parroquia y Ex convento de San Bernardino de Siena, también conocido como la iglesia de Sisal, donde por las noches hay un asombroso espectáculo de luz en su fachada. En esta joya barroca combina la austeridad franciscana con intervenciones más modernas en su arquitectura.
La magia de los cenotes
Este encantador lugar se profundiza con un regalo de la naturaleza: cenotes como el monumental X’kekén, situado dentro de una caverna y que alberga caprichosas formaciones calcáreas y raíces de árboles centenarios, o el Samulá, donde los rayos solares se filtran para otorgar vistas memorables. La cereza del pastel se encuentra en el corazón mismo de este Pueblo Mágico: el Cenote Zací, que a diferencia de los anteriores es a cielo abierto, con vegetación abundante y donde la gente puede nadar e incluso lanzarse desde una altura respetable casi sin restricciones.
Corazón rebelde
Al salir de los cenotes pocos se imaginan que esta ciudad pacífica, ideal para la contemplación y el disfrute, tuvo un pasado de dignidad por parte de la gente maya que habitaba estas tierras, los cupules, que combatieron ante la llegada de los conquistadores europeos al mando de Francisco de Montejo y León, de quien se tomó su apellido para la famosa avenida de la capital yucateca, el Paseo de Montejo.
Ya en el siglo XIX, la Valladolid yucateca fue escenario de fuertes levantamientos para reivindicar derechos de comunidades mayas, enmarcados en la Guerra de Castas y, para mayo de 1910, esta población también atestiguó el primer levantamiento contra la dictadura de Porfirio Díaz, movimiento que es reconocido como “la primera chispa de la Revolución”.
Bienvenido al presente
Así, con toda ese nutrida e interesante historia, Valladolid hoy ofrece un crisol cultural que hablan de un mestizaje representado en la fuente del Palacio Municipal, en museos como La casa de los venados o el Museo San Roque, las plazas y su centro artesanal frente al parque Francisco Cantón, que por cierto es el zócalo del pueblo y ejemplo de homenaje a la mujer yucateca, y que ha sido escenario de telenovelas históricas y uno de los pocos espacios públicos del país donde no se permitían actos políticos.
Valladolid es un destino que además cuenta con un plus invaluable: gente amable y dispuesta a recibir bien al visitante, donde hay excelentes lugares para comer a gusto y bonito gracias a las recetas tradicionales que permiten adecuaciones contemporáneas. Todo ello dentro de la burbuja biosanitaria de Yucatán, uno de los estados más seguros de todo México.