El día de hoy se vivió en Japón, uno de los momentos más esperados del año pasado y de este, la inauguración de los juegos Olímpicos de Tokio 2020, celebrados en este 2021, y hoy que llegó el día que todos deseábamos frenar el tiempo o cambiarlo y poder borrar todo lo malo que estamos enfrentando, en especial la pandemia. Con todo eso, esta inauguración nos abre la puerta a una actitud que la mayoría de los presentes demostraba, la calidez humana, la necesidad de ser felices, de vivir. Desgraciadamente hace muchos años que hemos dejado a un lado estos sentimientos, ya sea por nuestras diferencias, o porque muchos ya no saben reconocerlos en su día a día.
Desde las autoridades locales, todas las delegaciones deportivas y los asistentes, se conectaron más allá de su origen e ideales, y se mostraron como son, seres humanos Unidos con un solo propósito, el de honrar el esfuerzo, la dedicación y la humildad, de personas tan especiales, que ponen su vida en cuerpo y alma.
Es hermoso sentir que Japón, es el reflejo de la naturaleza misma del ser humano, un camino de hechos y sentimientos encontrados, que nos transforma, y demuestra que al final de un largo día, en donde viene la noche, está la esperanza del sol naciente, una nueva oportunidad que ya es nuestra, levantándonos para resurgir, tal vez, de la misma nada. Hoy echamos un vistazo al pasado, donde recordamos nuestra historia, la cual traspasa el tiempo, pero que al igual, en este presente, nos deja lo que somos, una base indestructible que nos marca para formar un futuro lleno de certeza de carácter. Una melodía que encendió los corazones de todos los presentes, fue “Imaginé” de John Lennon, que es ahora un estándarte de esperanza en tiempos de Pandemia.
Esta maravillosa hazaña, no es producto de la suerte, de un favor del destino, que le devolvió a la nación Japonesa la oportunidad de ser lo que ellos necesitaban, su historia se hizo realidad cuando tomaron en sus corazones, la capacidad de decidir lo bueno, un poder que está al alcance de todo aquel que busca firmemente algo diferente. La historia de Japón, se visualiza hoy en todo su esplendor, con una bella coincidencia que la expone, con un 1964 donde recibían por primera vez el galardón de unos juegos Olímpicos que revolucionaron al país, transformándose con una arquitectura y urbanística inmejorables.
Pero lo que más sorprendió, es ver una nación que tenía el alma renovada, lejos del sentimiento de pérdida, de dolor y tristeza que lo habían marcado hace 9 años atrás, podría ser fácil decir que los años curan todos los males, pero una desgracia nacional que deja ver las consecuencias día a día, no era tarea sencilla de superar. Los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, dejarán una cicatriz permanente en el pueblo Nipón, sin embargo estaban determinados a perseguir una nueva gloria que levantara al país.
Aquellos Juegos Olímpicos, fueron especiales, pues serían los primeros en ser televisados en color y transmitidos en directo vía satélite para Norteamérica y Europa, la tecnología se hizo presente en los juegos, al ser la primera vez en utilizar la “cámara lenta” y las computadoras para registrar exactamente los tiempos en las competencias, y sobre todo, porque fue la primera vez, que el Judo se incluyó como disciplina en los juegos, misma que es muy aclamada por el anfitrión. Este año albergó el nacimiento de varias manifestaciones ideológicas y musicales importantes, nacen bandas icónicas, como The Who, The Kinks, Lynyrd Skynyrd, The Moody Blues, Alice Cooper, The Velvet Underground y el gran Bob Dylan que sacaba su tercer álbum “The Times They Are A-ChanGin”, este año, fue testigo de cómo recibía el premio Nobel de la Paz el grande Martín Luther King, por no callar la voz y decidir darle batalla con la sensatez y templanza, a la discriminación y segregación racial que dominaba la época.
Una segunda ocasión, es lo que muchos de nosotros pedimos, cuando se trata de momentos tan especiales, como unos Juegos Olímpicos de 2020, en un país que sabe desbordar calidez en medio de grandes dificultades como lo es esta Pandemia y sus terribles consecuencias, el pueblo japonés, lo vuelve a hacer, después de 56 años, y un año más, de lucha constante contra un enemigo invisible que nos separa, pero que no ha logrado postrar la voluntad de seguir unidos, de consumar el imponer la gloria de la esperanza sobre la muerte y la distancia. Cuando tengamos una segunda oportunidad, y esta parezca que se arruina, decidamos reponernos de las situaciones e incluso de nosotros mismo, saquemos fuerzas de ese motivo que nos llevó hasta ahí.