A pesar del constante trabajo contra las formas de violencia hacia las mujeres, México es uno de los países donde este problema se manifiesta en más de 10 asesinatos al día; además, en las zonas metropolitanas del país es donde se registra mayor cantidad de desapariciones involuntarias, incluidas niñas y adolescentes.
Lo anterior, de acuerdo con especialistas de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM y de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Xochimilco, al participar, por separado, en actividades organizadas por la Universidad Nacional con motivo del 25N.
Durante la charla “Violencia de género y hostigamiento sexual: Avances y desafíos en la Facultad de Psicología”, Gloria Careaga Pérez, profesora de esa entidad universitaria, precisó que la agresión sexual es una práctica que se ha extendido a nivel internacional sobre todo en determinadas condiciones como los conflictos armados.
En tanto, al intervenir en el Seminario ciudad habitable para todas y todos, “Violencia de género y desaparición involuntaria de personas en la ZMVM”, organizado por el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, la doctorante en Ciencias Sociales en la UAM, Lina Gabriela Belaunzarán Chávez, abundó con respecto a este tema:
También les sucede a varones, aunque ellas son las más afectadas debido a que en las zonas metropolitanas la población se encuentra en mayor vulnerabilidad social y económica, producto de las desigualdades que se gestan en las áreas urbanas.
Al proseguir con su intervención, Careaga Pérez mencionó además el hostigamiento y el acoso sexual que padecen ellas, los cuales se manifiestan en las relaciones desiguales de poder, de manera vertical (autoridades y alumnos) y de forma horizontal entre compañeros, trabajadores que están al mismo nivel.
En esta lucha, el agresor se abroga un cierto poder y hace uso de él para someter y limitar a la otra persona o al solicitar directamente favores sexuales, tocamientos, acercamientos u ofrecer supuestos privilegios, precisó.
A su vez, Rosa María Ramírez de Garay, también profesora de la FP, explicó que durante los movimientos feministas de inicios de 2020 entrevistaron a las participantes en las manifestaciones, quienes expresaron cómo se sentían, por lo que se escucharon emociones frecuentes como la desazón, la solidaridad, el orgullo, el amor, la gratitud, además del miedo.
“Hay que reconocer que las acciones de las mujeres organizadas han implicado también un gran riesgo para ellas, se ha levantado en respuesta una nueva ola misógina que busca callarlas, lo cual, además, suele pasar ante los movimientos de las mujeres”, añadió la experta.
Para la integrante de Espora Psicológica, Paola Nicté Valero Pacheco, prácticamente ningún discurso relativo a la violencia, experimentado por las estudiantes, consigue hacerse entender sin las palabras miedo, vergüenza o culpa, que tienden a gobernar su estado interno, miedo a sus agresores, a no recuperarse o no seguir siendo ellas mismas, que en la denuncia las consecuencias sean más difíciles de lidiar.
Riesgo en las calles
Lina Gabriela Belaunzarán, especialista en estudios de Territorio y Género, indicó que quienes comenten el delito de desaparición de personas eligen a aquellas mujeres que cubren ciertos perfiles fisonómicos como edad, rasgos étnicos, raciales, entre otros fenotipos, además de la baja escolaridad.
“Es un negocio donde la mercancía es humana y el reclutamiento es una forma de secuestro donde existe gran variedad de víctimas, desde bebés hasta personas adultas, con diversos fines y destinos; para las más jóvenes, niñas y adolescentes, su fin es la explotación sexual y la pornografía”, alertó.
En ocasión de las actividades con motivo del 25N organizadas por la UNAM para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, destacó que los rangos de edad de las personas afectadas por este flagelo van de los 10 a 24 años.
“Encontramos que en esos cuerpos-territorio despojados, las características de edad y complexión responden al uso dado y asignado por parte del crimen organizado como una persona objeto, lo que sugiere la posibilidad de que estas desapariciones involuntarias estén fuertemente conectadas con la trata de personas con fines de explotación laboral o sexual”, acotó.
Expuso que a partir de la geografía del crimen, se puede interpretar que un fenómeno delictivo no es estático, se requiere entender cómo se comporta espacial y temporalmente por medio de herramientas geotecnológicas que permitan incluir el género como un elemento de análisis.
Asimismo, comentó que la falta de un concepto único de desaparición involuntaria, más que un problema, representa una forma de observar las distintas violencias que se ejercen desde diferentes ángulos, ya sean por un estado omiso o criminal, la vulnerabilidad económica, falta de oportunidades de desarrollo, salarios pauperizados o la falta de ingresos fijos.
Como parte de un estudio realizado por la especialista en torno a los “puntos calientes” donde hay alta concentración de mujeres desaparecidas, se reconoce que este fenómeno ocurre en los municipios subordinados al área central o de negocios, y en algunas alcaldías, cuya característica particular es que son densamente poblados y con mayor vulnerabilidad social y económica.
Entre esas zonas metropolitanas se encuentran Ecatepec, Nezahualcóyotl, dos municipios con mayor número de desaparecidas; Naucalpan, Ixtapaluca, Valle de Chalco, así como las alcaldías Gustavo A. Madero e Iztapalapa.
Belaunzarán Chávez resaltó que el delito de desaparición involuntaria no es nuevo, es un fenómeno extendido en México y a lo largo del tiempo; sin embargo, el aumento en los últimos años pude estar ligado a la macrocriminalidad que se presenta en Latinoamérica.