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La simiente de vida. Amor que vió nacer frutos desde la tierra…

Por: Esaú León

Esta hermosa pareja que está viviendo su año 71 de matrimonio, que aún con la pandemia se ha unido más por su convivencia diaria, el seguirse descubriendo mutuamente y recordar que el verdadero amor es respetar ante todo el juramento del matrimonio, que su educación y principios, los determinaron para estar juntos toda la vida. Recuerdan cómo su amor fue fortalecido por el amor al campo, un reflejo de su amor y que a lo largo de sus más de 80 años siguen disfrutando.

 Cuentan que el papá de Amelia al casarse le regala una chinampa, en la cual empiezan a labrarla sembrando, Alelí, Caléndula, nube, alcatraz y flor de Chícharo, además de pescar en los canales especies como el pescado blanco, Carpa, ajolote, rana, acosiles, tepocate y almejas que se reproducían más en el mes de julio.

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Esteban Sembrando y pescando y Amelia vendiendo todo el día, conformaron el gran equipo que ayudó a cimentar su familia.

Durante años fue la base de su economía y su alimentación. En los 50s nacieron sus primeros dos hijos, donde las necesidades económicas aumentaron y los ingresos que obtenían de la tierra fueron insuficientes ya que cuentan que en esa década se sufrió de sequía en los canales, al grado de poder caminar por donde pasaba el agua.

70 años de compartir vida. Así es el amor en plena Pandemia

Esteban se vió obligado a trabajar de obrero donde hasta el día de hoy sabemos que es mal pagado y ella hacia 20 kilos de masa en tortillas por una paga de 2 pesos diarios, ademas de coser y lavar ajeno para poder junto con Esteban aportar los ingresos del hogar, pero siempre manteniendo la ilusión de regresar al campo.

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Tiempo después la vida les permitió retomar la actividad del campo, con 7 hijos a sus espaldas y todo el amor a la tierra, siguieron sembrando brócoli, epazote, cilantro, coliflor, acelga, rábano, lechuga, quiltonil, calabaza y elote, vieron nuevamente que la tierra es bendita y prodigiosa, que con amor y esfuerzo los cobijaba nuevamente y les daba de comer y vestir a ellos y sus 7 hijos.

Recordemos que el sur de la Ciudad de México fue y es fundamental para el sustento de la capital al ser una fuente sustancial de recursos tanto del vital liquido por sus catorce manantiales y también de productos alimenticios generados en las chinampas que eran trasladados en canoas y trajineras por el canal de la viga para su venta en La Merced.

Hoy en día dan gracias a Dios, a la tierra, a la vida por permitirles disfrutar de sus bendiciones, ver a sus hijos crecer, ser profesionistas  y a su vez a sus nietos y bisnietos que hoy son fruto de todo esfuerzo, dedicación y sobre todo amor a la tierra.

Esteban comenta que a sus 86 años de edad para llegar a su chinampa tiene que remar de 45 a 50 minutos de ida y 45 a 50 minutos de regreso, siempre luchando con el tiempo, el clima, la plaga del huachinango o lirio acuático que impide el paso. El llegar a su tierra, sembrarla y con la incertidumbre de aveces lograr la siembre ya que los terrenos se han visto contaminados por pesticidas que hoy en día contiene el agua por el mal manejo de algunos vecinos chinamperos.

Siendo productor que aún conserva la técnica ancestral de la siembra en chapin que consiste en sacar lodo del fondo del canal, subirlo a una canoa y después vaciarlo en un terreno preparado para la siembra.

Hoy con el tema de la pandemia, sufren el no poder ir al campo, les genera una angustia por dejar solas sus tierras, su necesidad de darles el mantenimiento y verlas listas para ser trabajadas.

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 Aún con todo esto que se está viviendo y después de más de 70 años de labrar la tierra, no pierde el amor al campo.

La sabia pareja y ejemplo de constancia, manda un mensaje para las nuevas generaciones. Amelia comentó : “Que las nuevas generaciones le tengan amor a la tierra, hoy los jóvenes no quieren ensuciarse la ropa, las manos y ese contacto es necesario para reconocer esa relación que tenemos de manera natural, el amar sus frutos y sentir la satisfacción al probar algo que tú mismo sembraste.

Esteban comentó: “los jóvenes deben estar conscientes y poner atención a que si no cuidamos el campo, tendremos tierras muertas, no fructíferas, nos falta valorar la tierra para ver sus frutos. Hoy en día los productores ya son pocos; esta generación no quiere sudar para tener sus alimentos, solo quieren en automático lo que sale del campo.

La pareja invita a los jóvenes a voltear y mirar la tierra, mirarla con amor y pensar que más adelante la vamos a necesitar y esperan que lo entiendan antes de que sea demasiado tarde.

Los amaneceres en la Chinampa son tan bellos, se puede contemplar la calma de un nuevo día que surge glorioso, la paz del alma que abraza la tierra para poderla honrar.

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