Los sueños de cada individuo son únicos, son creados con base en todo lo que hemos recogido durante nuestra vida. Por ejemplo, si en nuestro presente estamos viviendo una sensación de carencia, nos encontraremos queriendo volver a tener, a ser o a vivir algo en especial; también pueden estar conformados de recuerdos de lo que vimos y que durante mucho tiempo anhelamos; otras veces nuestra imaginación los crea utilizando diferentes elementos de diversas experiencias.
Cada sueño es un alebrije emocional que sólo su creador ve, comprende y siente. Con los ojos de la mente percibimos los objetos que queremos, con el corazón presentimos las emociones que viviremos al hacerlos realidad, este presentimiento es el responsable del movimiento, de echar a andar la máquina.
Los sueños son muy poderosos, hacia el lado dinámico son grandes maestros, nos conectan con nuestra intuición, nos muestran talentos que desconocíamos, nos dan más fuerza de la que creímos tener y nos permiten recorrer caminos que nunca antes habíamos siquiera imaginado, por el otro lado, un sueño roto puede derrumbar al gigante más fuerte y transformarlo en el ser más vulnerable.
Sueños o Preceptos
Nuestra sociedad no nos enseña a soñar, pero si nos dicta que soñar, y aunque pareciera contradictorio no lo es, porque un sueño impuesto carece de esencia, cada uno debe encontrar dentro de sí sus sueños, buscarlos fuera de nosotros mismos tiene tan poco sentido como los resultados que se obtienen al alcanzarlos.
En este mundo material los sueños impuestos por nuestra sociedad apuntan a los bienes tangibles, a dinero o a estilos de vida catalogados como felices: una familia perfecta, una casa grande, un carro de lujo, una enorme cuenta en el banco, una vida cómoda sin contratiempos, etcétera. Estas ideas llegan a nosotros a través de algunos representantes de los medios directa o indirectamente, porque una persona manipulada por ellos hará todo lo posible por convencer a otros.
Existen sueños impuestos que vistos bajo la lupa son verdaderas pesadillas, por ejemplo: un departamento exclusivo en el piso más alto con un balcón clausurado por el temor a las alturas, un coche de lujo que ante la necesidad de protegerlo obliga al dueño a caminar muchas calles del estacionamiento a su casa o a dormir intranquilo por dejarlo en la calle, una cuenta en el banco con fondos que son conservados celosamente antes que gastados en necesidades secundarias, un estilo de vida tan ajeno que mantiene a las personas en actividades que les desagradan o el sueño de ser bellos bajo un concepto fundado en características físicas no presentes en determinada región que imposibilita a la gente a aspirar a más, porque la sitúa equivocadamente en una posición de desventaja.
No pretendo desacreditar ningún sueño, todos son valiosos y válidos siempre y cuando se originen dentro de nosotros mismos, no importa si son parecidos o incluso iguales a los establecidos por nuestro entorno.
Estos sueños impuestos también son transmitidos de generación en generación, regulan la sociedad y mantienen a todos “en su lugar”. Es por eso que una persona al externar sus anhelos podría recibir como respuesta que ponga los pies en la tierra o ser llamada ambiciosa utilizando la connotación más negativa del término y otra por la misma idea ser catalogada como conformista. La sociedad no es el adversario, dentro de ella existen aliados, pero debemos saber reconocerlos. El estado natural del hombre no es la conformidad, ni la queja, es el constante equilibrio entre ser feliz con lo que se tiene y querer más.
Para encontrar nuestros sueños más profundos debemos hacer un trabajo interior honesto, asegurarnos de que ninguno esté basado en la culpa, el resentimiento, en compromisos sin fundamento o en venganza y que realmente nos generen lo que cada uno de nosotros aspira. Es necesario conocernos con todo el valor que se requiera para este fin, y aunque el camino del auto conocimiento tenga más de una desviación porque es una tarea de vida, el resultado siempre será favorable.
El alimento
En la búsqueda de nuestros sueños debemos cuidar nuestros alimentos, esto no se limita a la comida, sino a toda la información que recibimos día a día, cuando ésta no se elige bien es ruido en nuestro entorno y no nos permite escucharnos, nos dice que lo que deseamos es imposible o nos habla constantemente de peligros que nos distraen de lo que queríamos conseguir. Centra nuestros pensamientos en un lugar muy lejano desde donde no podemos hacer lo necesario para crecer. Tenemos la capacidad de elegir con qué alimentamos nuestra mente y cómo queremos reaccionar ante lo que recibimos, donde ponemos nuestra atención ponemos nuestra energía y siempre tendremos el control.
Cuidar lo que ingresa a nuestro sistema y conocernos nos permite definir nuestros sueños, el siguiente paso es defenderlos, no importa si son muy pocas personas quienes lo han logrado o ninguna. Si lo vimos en nuestra mente ya existe, en un futuro quizá, pero ya es una realidad tangible porque el futuro un día también será el presente.
La semilla
El ser humano es como un manzano, puede perder todos sus frutos, ser cortado o quemado casi hasta la raíz, pero mientras quede una fracción del mismo por más pequeña que sea, podrá volver a crecer y dar manzanas, porque su esencia permanece. Nuestra esencia está en la mente, pero existe una diferencia fundamental: el hombre sí puede elegir el tipo de árbol que quiere ser y cuáles serán sus frutos.
Cuando vemos los resultados solamente a nivel intelectual, no podemos esperar obtener algo, sólo son imágenes, es como ver el pasto verde del vecino, si sentimos lo que será tenerlos en nuestras manos estas imágenes se vuelven tridimensionales, pero aún son ajenas, en cambio, cuando nos convertimos en el ser creador y desde lo más profundo de nosotros no sólo sentimos sino vivimos y SOMOS la semilla fértil, entonces veremos en el mundo real el desarrollo y los frutos.
Siempre es buen momento para analizar el tipo de árbol que estamos siendo, tomemos en cuenta nuestros frutos, ¿somos un árbol de carencia, de abundancia o de prosperidad?; talvez un árbol que da diversos frutos, pero ninguno digno de ser consumido o compartido; es posible que estemos cortándolos antes de que estén maduros o hemos quemado constantemente nuestras ramas y tronco para no verlo crecer.
Una vez siendo la semilla que soñamos debemos cuidarlo, darle lo necesario para vivir, elegir bien de quién nos rodeamos, qué escuchamos y de ser necesario buscar ayuda para encontrar el mejor alimento y las condiciones óptimas para crecer.
Los árboles con raíces firmes en la tierra alcanzan grandes alturas y nada los derrumba; si algo lo hace es un evento extraordinario, talvez un huracán, pero aun siendo así pueden ser enraizados nuevamente o comenzar de cero con una semilla más fuerte.
Eso es defender nuestros sueños, un camino con tropiezos y obstáculos que nos agotan, pero nos recuperamos, nos levantamos y continuamos. La fuerza de voluntad, que es la fuerza del yo quiero nos mueve y cuando ésta se tambalea, cuando llegan fuertes vientos, hacemos uso de la disciplina.
Hay quienes han perdido mucho, sin embargo, aun con las manos vacías han vuelto a tener, su permanencia en la carencia ha sido breve porque son el origen de todo, no piensan ni sienten en demasía, son la semilla y el cuidador.
Excelente explicación. FELICIDADES