En cualquier crisis se experimenta un momento de miedo que orilla a las personas a buscar información sobre el tema y seguir las medidas indicadas; sin embargo, después de un tiempo se habitúan a la nueva situación, suelen desapegarse de las indicaciones y, en ocasiones, se genera desorden emocional, explicó Angélica Juárez Loya, académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
En otras situaciones, como en sismos, lo primero que la gente hacía era reunirse, abrazarse y estar cercanos para apoyarse; en esta pandemia, en cambio, las personas deben estar juntas pero con distancia, aunque a la familia se le ha sumado importancia; existe descuido en el cumplimiento de las medidas sanitarias como el aislamiento social.
A 10 meses de la pandemia, la universitaria definió algunos aspectos favorables: la tecnología tiene mayor valor agregado; parte de la población aprendió a convivir más en familia, procura su salud física y emocional, controla mejor sus emociones haciendo buen uso de las propias capacidades y la creatividad; además de reconocer la relación ser humano-ambiente.
Sin embargo, añadió: “varios especialistas han dicho que viene una tercera ola de problemas en salud mental, debido a lo que está generando esta pandemia después de tanto tiempo de confinamiento”.
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En general, explicó, esa afirmación se ha hecho porque cuando se inició el confinamiento se habló de las consecuencias a la salud física por la COVID-19, como primera ola; la segunda es el periodo de diciembre a enero, y la tercera será de trastornos mentales derivados de toda la situación de la pandemia y lo prolongada que ha sido.
Depresión, trastorno de ansiedad, riesgo de suicidio e incluso violencia exacerbada, son algunos de los padecimientos que pudieran venir en esta ola y que no solamente afectarían a los adultos, sino también a jóvenes y niños, por lo que es necesario trabajar en los aspectos emocionales, alertó la académica de la FP.
En este contexto, estimó que “hoy en día la comunicación debe ser más significativa y clara, tenemos que empezar a hacer uso de este recurso como medio importante para no sentirnos desamparados y fortalecer nuestras redes sociales a pesar de la distancia. Es necesario analizar más las cosas positivas, porque quizá esa sea la clave de que jóvenes y adultos podamos sobrellevar mejor el confinamiento”, sostuvo.
De acuerdo con Juárez Loya, los jóvenes también padecen las consecuencias de la prolongación del aislamiento social, ya que si bien en un inicio lo consideraron “un momento recreativo”, ahora surgen situaciones de estrés, ansiedad, depresión y, en algunos casos, suicidio.
La situación actual de muchos adolescentes es que deben enfrentar necesidades académicas, circunstancias familiares en las cuales no tienen control y la condición económica en la que viven. Hay que recordar, indicó, que a través de la socialización se apropian de ciertos conocimientos, como el trabajo en equipo.
Por ello, acotó, es necesario que aprendan de esta situación y consideren que existen varias acciones que pueden llevar a cabo para no sentirse desamparados, por ejemplo entablar una buena comunicación con la familia y establecer rutinas de estudio, recreación y descanso, lo cual coadyuvará a que se sientan más efectivos emocionalmente.
“En cuanto a la población adulta, parte de los vacíos que llegamos a tener es por la pérdida de personas que han fallecido, de empleos; algunos tenemos trabajo, pero a la vez está a nuestro cargo el cuidado de niños o enfermos en casa; o la situación económica inestable”.
La experta destacó que la sociedad mexicana tiene habilidades para enfrentar crisis, como es la ayuda humanitaria y la resiliencia, que fomentan el desarrollo de la estabilidad y la capacidad de comunicación, así como el proceso autodidacta para adquirir conocimientos sobre diversos temas como tecnología, gastronomía, arte o cultura.