El 17 de enero, la Iglesia conmemora a San Antonio Abad, protector de los animales. Es una ocasión para repasar las páginas de la Sagrada Escritura y detenerse en el vínculo amoroso de los santos y los pontífices con estos seres vivos que acompañan a la humanidad en el camino de la salvación.
San Antonio Abad suele ser representado con un cerdo a su lado y una campana al cuello. Esta representación iconográfica está relacionada con el hecho de que la antigua Orden hospitalaria de los “Antonianos” criaba cerdos dentro de las ciudades porque la grasa de estos animales se utilizaba para ungir a los enfermos afectados por la intoxicación conocida como “ergotismo”, conocida en la Edad Media como fuego de San Antonio.
En las Sagradas Escrituras hay muchas referencias a los animales: “Dios -se lee en el libro del Génesis- dijo: “Produzca la tierra seres vivos según su especie: ganado, reptiles y bestias salvajes según su especie”. Y así sucedió: Dios hizo a las bestias salvajes según su especie, y al ganado según su especie, y a todos los reptiles de la tierra según su especie. Y Dios vio que era bueno. En el Evangelio se nos recuerda que Jesús entró “en Jerusalén montado en un burro”. Como señaló Benedicto XVI el 9 de abril de 2006 durante la celebración del Domingo de Ramos, Jesús “no llega en un suntuoso carruaje real, ni a caballo como los grandes del mundo, sino en un asno prestado”, un animal propio de “la sencilla gente común del campo”. Otra escena a recordar es el icono de la Navidad, el que se desarrolla en el pesebre de Belén con el buey y el burro junto al Niño Jesús.
El “zoologico” de la Basílica Vaticana
El 17 de enero, día de la conmemoración litúrgica de San Antonio Abad, el cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica de San Pedro, celebra la misa en el Altar de la Cátedra, a la que asisten agricultores y trabajadores del campo. Durante el ofertorio, se llevan al altar cestas con productos del campo y se lee la oración de los ganaderos y pastores. La celebración en la Basílica del Vaticano tiene lugar en medio de obras maestras que también están relacionadas con figuras de animales. Como se menciona en el libro “Animals in Religious Art”, publicado por la Librería Editora Vaticana, en la Basílica de San Pedro el mundo de los animales está representado por un amplio repertorio de obras de arte que incluye 500 abejas, 470 palomas, 100 dragones, 38 leones, 35 águilas, 24 serpientes, 15 corderos, 7 delfines, 4 perros, 3 murciélagos, 2 lagartos, un gato, un cocodrilo y un unicornio.
Los Jardines del Vaticano, un oasis en el corazón de Roma
No lejos de la Basílica de San Pedro, hay un verdadero tesoro de biodiversidad. Se trata de los Jardines Vaticanos, que ocupan aproximadamente la mitad de la superficie de la Ciudad del Vaticano. Un espacio extraordinario que alberga numerosos animales, como aves de diversas especies, ranas y ardillas. El Papa León XIII también hizo traer a los jardines gamos, gacelas y ciervos de África y los dejó en libertad, como recuerda un artículo de L’Osservatore Romano.
Leo X y el elefante albino
No sólo los animales pequeños han vivido dentro de los muros del Vaticano. En 1514, el rey de Portugal, Manuel D’Aviz, regaló al Papa León X un elefante albino llamado Annone. El animal fue llevado a Roma y alojado inicialmente en una instalación en el patio del Belvedere. Cuando el paquidermo murió, el Pontífice pidió a Raffaello Sanzio que realizara un cuadro en memoria de Annone. Ese cuadro se ha perdido, pero se conservan los bocetos que el artista había hecho antes.
Pontífices y animales
Recorriendo páginas del siglo XX y otras más recientes, se pueden ver imágenes de Pontífices cercanos a los animales. En algunas de ellas se puede ver a Pío XII con un jilguero en el dedo. El Papa Pacelli, refiriéndose en particular a los animales sacrificados para el consumo humano, pidió que se evitara la “crueldad innecesaria”. Dirigiéndose a los trabajadores del matadero de Roma el 17 de noviembre de 1957, Pío XII recordó que en la sala de sacrificio los animales “llegan, e inmediatamente (lamentamos decirlo) son sacrificados”. “Ciertamente, la escena no se ofrece a la vista de todos, pero sería un error que alguien considerara reprobable la matanza de animales necesarios para la alimentación de la humanidad”. “Ciertamente -añadió Pío XII en aquella ocasión- el sufrimiento debe reducirse al mínimo y la crueldad inútil debe prohibirse”.
En este día en que la Iglesia recuerda a San Antonio Abad, resuenan también las palabras del Papa Pablo VI durante la audiencia general del 28 de mayo de 1969: los animales, “también criaturas de Dios, en su mudo sufrimiento”, dice el Papa Montini, “son un signo del estigma universal del pecado, y de la expectativa universal de la redención final, según las misteriosas palabras del Apóstol Pablo: ‘La creación entera anhela con ansia la manifestación gloriosa de los hijos de Dios . . . También ella será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios”. El Papa Juan Pablo II, durante la audiencia general del 10 de enero de 1990, subrayó que algunos textos “admiten que incluso los animales tienen un soplo o aliento vital y que lo han recibido de Dios”. Precisamente al Pontífice polaco está vinculada una fotografía instantánea que ha dado la vuelta al mundo: fue tomada en noviembre de 1986 durante una peregrinación a Australia. Se puede ver al Papa Wojtyla sosteniendo un koala.
Dios ama a todas las criaturas
El amor y el respeto por los animales, también atestiguado por muchos hombres de la Iglesia, incluido San Francisco, no puede disminuir ni sustituir otros vínculos profundos. El Papa Francisco lo recordó en la Audiencia General del 5 de enero de 2022, subrayando que cuando “los perros y los gatos ocupan el lugar de los niños” se pierde la riqueza de la paternidad y la maternidad. A estas palabras hay que añadir las pronunciadas por Francisco durante la audiencia general del 26 de noviembre de 2014 y referidas al plan salvífico de Dios para toda criatura: “La Sagrada Escritura -recuerda el Papa en esa ocasión- nos enseña que el cumplimiento de este maravilloso plan no puede dejar de implicar también a todo lo que nos rodea y que salió del pensamiento y del corazón de Dios”. “El apóstol Pablo lo afirma explícitamente cuando dice que “hasta la misma creación será liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios”.