¿Cuántos fracasos se necesitan para alcanzar la campana del éxito? En 1968, el álbum Astral Weeks de Van Morrison pasó de largo frente a las listas de popularidad. El fiasco comercial de su disco más ambicioso llevó al músico norirlandés a evaluar sus intereses y ambiciones en la industria musical. Con las cartas puestas sobre la mesa y dos años después se lanzó Moondance, que en 2020 cumplió 50 años.
La naturaleza poética, introspectiva y más bien mística de su disco anterior puso a Morrison contra las cuerdas, si bien Astral Weeks había sido aclamado por algunos críticos, la realidad fue que nadie le hizo caso. Ante las malas ventas, su disquera, Warner Bros. Records., le dejo en claro que sólo tendría una oportunidad más si quería conservar su contrato.
“Me tuve que olvidar de lo artístico porque no tiene sentido a nivel práctico”, le contaría Van Morrison al escritor Johnny Rogan años después. “Uno tiene que vivir [de algo]”. Con esto en mente el músico y su familia abandonaron Europa para reubicarse en una cabaña cerca de Woodstock.
Era 1969, “Van tenía toda la intención de convertirse en el ‘mejor amigo’ de Dylan”, dice su esposa Janet Planet. El único problema es que cuando Morrison llegó a las montañas del estado de Nueva York, Bob Dylan ya se había mudado a otro sitio. Planet, quien recuerda cómo su esposo solía voltear lleno de nostalgia a ver el camino que llevaba a la casa del cantautor ausente, estaba embarazada.
Morrison comenzó a escribir las canciones de Moondance en julio de 1969 mientras convivía con los integrantes de The Band y otros artistas de la región. Pronto este espacio bucólico se convertiría en el punto de reunión de toda una generación, cuando la mismísima chaviza llegó a sobre poblar la zona debido al Festival de Woodstock. Poco después, Van partió hacia la ciudad de Nuevo York para iniciar a grabar su próximo disco.
Van Morrison en A&R
Empeñado en recuperar las riendas de su carrera, Van Morrison comenzó por tomar el control del estudio. Las grabaciones de Astral Weeks habían sido dirigidas por el productor Lewis Merenstein mientras que el cantante, tímido y silencioso, observaba aislado en una cabina que lo separaba del resto de los músicos. Lewis ordenó las canciones, eligió a dichos músicos y en general actuaba como la voz de Morrison en el estudio.
Esta dinámica se estaba repitiendo cuando iniciaron las grabaciones de Moondance en el estudio Century Sound de la ciudad de Nueva York, hasta que Morrison comenzó a alzar la voz y exigir más y más cosas. Pronto se salió de la cabina, después corrió a los músicos (que eran los mismos que habían trabajado en Astral Weeks), trajo algunos amigos de Woodstock (el guitarrista John Platania, el saxofonista Jack Schroer y el tecladista Jef Labes) y también una sección de vientos y unas coristas.
Dice Van Morrison: “Nadie sabía lo que buscaba más que yo, así que simplemente lo hice”. Una vez que esto le quedó claro a la gente de Warner Bros. Merestein pasó a convertirse en un asistente más. Entre agosto y septiembre se reiniciaron las grabaciones en un nuevo estudio: A&R, ubicado en el cuarto piso de un edificio en Manhattan.
Morrison compuso todas las piezas con su guitarra acústica y sin pensar en los arreglos, que fluían de manera orgánica en las sesiones. Como sucedió con su disco anterior, no les proporcionó a los músicos ninguna partitura pero en esta ocasión se apoyó mucho más en los demás participantes, creando un ambiente propicio para la improvisación.
Retrato de Moondance
Moondance llegó al mercado el 27 de enero de 1970 en el Reino Unido. Era justo lo que Van Morrison quería: un álbum de diez temas que se alejaba de las composiciones meditativas de su predecesor adentrándose de lleno al mundo del R&B. Un disco pensado para radio y con canciones con las que el público pudiera conectar, temas más alegres, bailables incluso.
Moondance hace una entretenida y disfrutable mezcla de R&B, soul, jazz, folk y pop. Sí, son varios géneros, pero las melodías son potentes y los arreglos impecables. En realidad el autor no se alejó del todo de las características que lo distinguen hasta la fecha: hay una profunda conexión con la naturaleza, las letras son evocativas, las metáforas y otros recursos retóricos siguen presentes; la única diferente, y la más necesaria, es que ahora todo esto se concretó en estructuras de la música popular.
“And It Stoned Me” es una exquisita pieza de R&B que le da al agua un carácter transformativo, capaz de llevar a la voz lírica a un estado alterado de consciencia. Está basada en una historia de juventud:
“Supongo que tenía como 12 años. Solíamos ir a pescar a un sitio llamado Ballystockart. Nos detuvimos en un poblado de camino y me acerqué a una pequeña casa de piedra en donde estaba un hombre viejo de piel oscurecida por el clima, y le preguntamos si tenía agua”, recuerda Van Morrison. “Nos dio algo de agua que dijo provenía del río. Bebimos un poco y de pronto todo se congeló para mí. El tiempo se detuvo. Por cinco minutos todo se quedó en silencio y yo estaba en ‘otra dimensión’”
Una de mis canciones favoritas es “Moondance”, quizá la pieza más jazzística del disco. Cadente, elegante y mágica como las escenas que describe, esta canción nocturna y otoñal provoca, tarde o temprano, un movimiento en los pies del escucha. Los solos de piano y saxofón alto estuvieron en la cabeza del autor desde mucho antes que la letra y el resultado es un clásico en el repertorio de Van Morrison.
Uno de los momentos imperdibles en la carrera de Van Morrison es su participación en The Last Waltz, el último concierto de The Band filmado por Martin Scorsese en 1978. Allí cantó “Caravan”, tema que habla sobre la amistad, la radio y la fiesta. De acuerdo con Eric Clapton, el espectáculo de Morrison es: “Algo de lo mejor en la música en vivo que podrás ver”. Comprobémoslo:
El momento de Van the Man
Reflexionando sobre si perderse en las búsquedas personales no nos termina desconectando de los demás, pienso en lo que tuvo que pasar por la mente de Van Morrison mientras buscaba un balance entre su integridad como músico y la accesibilidad de sus canciones. Quizá el descalabro comercial de Astral Weeks era lo que necesitaba para avanzar, quizá es necesario fracasar.
Considero que Morrison tomó el mejor camino y Moondance lo demuestra, el progreso de su carrera no habría sido el mismo sin él.
El álbum se disfruta en cada una de sus partes y aunque el lado A suele ser el más celebrado por lo pegajoso de sus temas, la verdad es que canciones como “Come Running” y “Everyone” del lado B son igual de bailables, animadas y frescas.
Mi recomendación, como siempre, es escucharlo completo. Ahora, si les da curiosidad entender el ritmo con el que se trabajaba en el estudio los invito a buscar la edición Deluxe que cuenta con tres discos adicionales con tomas alternativas. Y ahora sí, ¿bailamos?
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