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Tradiciones y Costumbres

Por: Noemi Reynel J.

Las tradiciones tienen una carga emocional, involucran a más de una persona, desde una familia de sangre o elegida, un país o el mundo entero, una de las definiciones del diccionario de la RAE es “Desarrollo de una misma actividad que se produce en un lugar determinado a lo largo del tiempo.” pero es más que eso, porque generan identidad y pertenencia a los participantes, es una manera de cambiar el yo y sustituirlo por nosotros; también es una forma de mantener la memoria viva.

Las costumbres en cambio, son sólo eso, el mismo diccionario las define como “Manera habitual de actuar o comportarse”, incluso pueden ser un hábito, un comportamiento inconsciente que no requiere esfuerzo, ni siquiera el de dejarse llevar, sólo suceden.

Durante mi periodo en la primaria, mi hermano, que es el mayor entabló amistad con otro niño de su edad, éste tenía dos hermanos y varios primos, entre sus parientes, mis hermanos y yo formamos toda una pandilla por muchos años.

Los viernes, sin importar las ocupaciones o compromisos que hubiéramos tenido, cada uno de ellos llegaba a mi casa antes de las 9:00 pm, para ver el programa “Dimensión Desconocida”, nos acomodábamos alrededor de la televisión como podíamos en los asientos, en los brazos de los sillones o compartiendo alguna silla, luego con total atención y en silencio nos dejábamos sorprender.

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En ese tiempo y sin entender demasiado, a esa actividad le llamábamos a manera de broma “La Tradición”. Repetir la experiencia reforzaba la cohesión de nuestro grupo, y nos daba identidad, por lo tanto, era exactamente eso. Con el tiempo nuestras actividades cotidianas nos fueron alejando, ahora sólo nos enviamos de vez en cuando felicitaciones por los cumpleaños. La última vez que estuvimos todos reunidos fue en el funeral del padre de tres de ellos.

Costumbres e Imposiciones

El tiempo trae consigo cambios sociales, económicos, tecnológicos, etcétera que muchas veces convierten las tradiciones en prácticas obsoletas, la pérdida de éstas y de las experiencias agradables generan nostalgia.   

En las familias hay tradiciones que con el tiempo se volvieron costumbres o costumbres que nunca fueron tradiciones. Por ejemplo, votar por el mismo partido político, ser fanáticos del mismo equipo de futbol, estudiar la misma carrera, tener la misma religión, practicar el mismo deporte, asistir al mismo colegio que el padre, el abuelo y el bisabuelo. El machismo puede ser un cúmulo de costumbres que simplemente nadie cuestiona, y si alguien lo hace la respuesta será: “Así ha funcionado siempre y las cosas no tendrían por qué cambiar ahora”. Si algo no funciona para todos los involucrados debería poder cambiarse.

En mi hogar a cierta edad las niñas estuvimos listas para aprender a ser las mejores amas de casa, en apariencia, eso nos daría lo necesario para ser valiosas, elegidas y conservadas por un hombre. Entre los 12 y los 15 años yo aprendí a coser en una escuela pública elegida porque ofrecía ese taller, tomé clases de corte y confección en la tarde para reforzar mis conocimientos, aprendí a tejer, también repostería, cocina vegetariana, cultura de belleza y fui llevada a casa de una tía que vivía en otro estado durante unas vacaciones largas para aprender a hacer las tareas domésticas.

En cuanto tuve edad suficiente para tomar más decisiones libres dejé de cocer, de tejer, de cocinar cosas elaboradas, y de todo lo aprendido sólo conservé lo de limpiar la casa para disfrutar del orden y lo de arreglarme para verme siempre linda. Las costumbres anteriores a mí no me funcionaban.  

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Si bien es cierto que por algún periodo algunas prácticas fueron útiles, también es posible que ahora lejos de estar en función de las personas, las personas terminen a su servicio. Algunas veces continúan sucediendo porque la autoridad en la familia las impone.

Lealtades y zona de confort  

Seguir estas costumbres al pie de la letra puede ser una manera de lealtad, pero no a la práctica, si no al clan, el objetivo sigue siendo mantener la cohesión, cuando nos negamos a la mejora, modificación o eliminación de la práctica nos encontrarnos actuando en contra de nuestra propia identidad, rompemos nuestra coherencia.

También es posible seguir algunas costumbres para mantenernos en una zona de confort, en dónde podemos no encontrarnos felices, pero sí en un lugar donde todo se ha visto, ya todo se ha hecho y nada debería salir mal o peor de lo que ya ha salido. Aquí no hay riesgos, pero tampoco grandes recompensas, ni las sorpresas buenas y malas que presentan los nuevos caminos. Seguir algunas costumbres puede simplemente ocultar la falta de tolerancia a la evolución entre generaciones.

El paso del tiempo puede nublarnos la vista sobre las costumbres, a la distancia todo se ve mejor, porque nuestra mente algunas veces nos lleva a llenar los huecos de la memoria con lo que realmente quisimos, eso me recuerda que el ser humano tiene esa tendencia natural al pensamiento positivo.

Carácter vs personalidad

La naturaleza siempre encuentra su curso, no importa con cuanto ímpetu un grupo social intente mantener una costumbre o qué medios utilice: amenazas veladas o abiertas, agresiones físicas o verbales, siempre habrá un alma rebelde que esté dispuesta a abandonarla y forjarse un nuevo camino hacia su evolución.

Ser y hacer no es lo mismo, durante un tiempo una persona puede no ser leal consigo misma y hacer cuanto se le imponga, pero la naturaleza siempre es más fuerte y el carácter florece. Por eso el rebelde se permite trasgredir y trascender, hacer algo nuevo e integrarlo a su vida, es el nuevo pionero y nada contra corriente. Su camino es solitario pero lleno de sorpresas, siempre a riesgo de volver sobre los propios pasos ante un intento fallido. Si así ocurriera, los demás sólo dirán que no valía la pena el viaje, sin embargo, hasta en ese caso esa alma libre tuvo la gran oportunidad de ver con sus propios ojos lo que antes sólo se limitó a creer a ciegas. 

Romper las costumbres asusta, hay un auténtico temor a ser expulsados del grupo, al aislamiento, pero éste es interno, no tiene relación con los otros. La falta de lealtad hacia uno mismo y hacia nuestros propios deseos es su origen. No importa cuanta gente haya a nuestro alrededor, que tan grande sea la ciudad donde vivamos o nuestros círculos sociales, la falta de coherencia y de respeto hacia nuestra propia identidad es el verdadero aislamiento. Un grupo fuerte está formado por individuos fuertes. 

La pertenencia tiene un peso muy alto para el ser humano, es comprensible, necesitamos vivir en comunidad, y es justo por eso que debemos reforzarnos como grupo siendo auténticos. 

El alma libre es resiliente y muestra nuevos caminos, es un nuevo ser que en su paso hacia el desarrollo y el crecimiento modifica o incluso elimina las viejas costumbres, actúa de manera visionaria, crea nuevas formas de vivir porque la naturaleza siempre encuentra la manera de abrirse paso hacia la evolución.

La familia tiene un valor incalculable, algunas veces es de sangre, otras, se elige. No podría más que intentar describirla: nuestro clan, nuestra especie dentro de la especie, un grupo cohesionado por la energía invisible pero tan fuerte del amor, nuestro hogar emocional donde todo lo hay. La familia y la coherencia con uno mismo no son mutuamente excluyentes, podemos continuar nuestro camino por la evolución, tenernos a nosotros mismos y continuar unidos.

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